La costa de la Marina Alta entre el Cap d'Or y el Cap de la Nau esconde una gran cantidad de calas, algunas de las cuales solo son accesibles por mar o caminando. En esta ruta del SL-CV 50 bajamos por el barranco de la Viuda a la cala de Llebeig y continuamos por una espectacular ruta que recorre los acantilados hasta la cala del Moraig.
La ruta comienza en el camino de la Viuda, en la intersección con la calle Canario, en la urbanización l'Alcassar. A la zona se puede entrar por el camino de la Viuda desde Moraira o desde la CV-737 (cerca de la rotonda con la CV-743).
En el cruce del camino de la Viuda con la calle Canario hay un panel del SL-CV 50. Tras caminar unos metros por la calle Canario, giramos a la derecha en el cruce con la calle Gaviota (hay poste) y seguimos por la pista hasta que ésta se convierte en sendero que se adentra en el barranco de la Viuda. La senda está bastante clara, aunque en algunas zonas del barranco hay que ayudarse con las manos por los desniveles del terreno. La ruta del barranco termina en la cala de Llebeig, que tiene algunas casetas de pescadores y un antiguo puesto de carabineros. A la entrada de la cala veremos el poste que indica la continuación de la ruta a la cala del Moraig.
Desde la cala de Llebeig subimos por la senda en una corta y empinada subida hasta la Cova del Morro del Bou, que constituye una excelente atalaya sobre la cala de Llebeig y el Cap d'Or. Durante el recorrido veremos varios de estos abrigos naturales arreglados con muros de mampostería y que servían de refugio ocasional. A partir de este mirador se inicia la parte más llamativa del recorrido, sobre una cornisa formada sobre margocalizas del Cretácico inferior, al pie de un estrato de calizas que forman los espectaculares paredones del acantilado.
La ruta discurre sin ganar ni perder demasiado desnivel pasando por varios abrigos que en este orden son: Cova de Toni el Senyalat (en un desvío a mano derecha), Cova de Pepet del Morret, Cova Domingo l'Abiar y Cova de les Morretes. A la altura de ésta última, la erosión de las calizas ha dejado al descubierto antiguas cavidades en las que se ven espeleotemas. En esta zona es muy fácil ver aviones roqueros maniobrando cerca de los paredones. La senda termina en la carretera que da acceso a la cala del Moraig, donde hay otro panel de la ruta.
El SL-CV 50 termina en esta zona, pero merece la pena ampliar el recorrido para visitar la cala del Moraig y sus alrededores. El tiempo de visita de la cala puede variar mucho según cada uno. La primera visita podría ser la de los miradores, cruzando el aparcamiento y subiendo por una pista de tierra. Los dos miradores, sobre la cala dels Testos y Morro Falquí, y sobre la cala Moraig, son una excelente atalaya con vistas desde el Cap d'Or al Cap de la Nau.
La segunda visita es la falla del Moraig, antes de llegar a la cala y desviándonos por una senda a mano derecha. Se trata de una falla normal en la que la erosión ha eliminado los materiales triturados por el movimiento de ambos bloques, dejando una hendidura que coincide con el plano de falla. En el bloque de muro (es decir, a nuestra derecha según miramos a la falla), hay numerosos fósiles de rudistas y orbitolinas, del Cretácico. El bloque de techo (el bloque de la izquierda, más cerca del mar) son materiales del Eoceno con fósiles de Nummulites. De camino a la falla también se puede ver una dolina que forma un arco sobre el mar.
La tercera visita es la Cova dels Arcs (o del Moraig), donde podremos ver fósiles de Nummulites y algas rojas. Sin embargo, la parte más espectacular de la cueva del Moraig está por debajo del agua, formando una red de galerías por las que discurre el Riu Blanc que descarga el acuífero de Benissa.
Tras la visita de la cala del Moraig hay que volver por el mismo camino, siguiendo la ruta de los acantilados y subiendo por el barranco de la Viuda.
Si tenéis más interés en la geología de la zona, los datos que cito en esta reseña han sido recogidos de la publicación del Geolodía 2011 y de una visita que hicimos con los profesores del Departamento de Ciencias de la Tierra José Delgado e Iván Martín de la Universidad de Alicante.